¡CRISTO TE LLAMA HOY!
Porque:
Necesita tus manos
Necesita tu voz
Necesita tus ojos
Necesita tu corazón
Necesita tu entrega
generosa
Para:
Seguir amando
Seguir salvando
Seguir liberando
¡CRISTO TE LLAMA HOY!
Porque:
Necesita tus manos
Necesita tu voz
Necesita tus ojos
Necesita tu corazón
Necesita tu entrega
generosa
Para:
Seguir amando
Seguir salvando
Seguir liberando
“Gracias a Dios, para muchos es una cuestión de honor comprometerse voluntariamente a favor de los demás. Ese compromiso significa ante todo una ocasión para formar la personalidad y para insertarse en la vida social con una contribución activa y responsable. Sin embargo, la disponibilidad a una actividad de voluntariado se basa a veces en muchas y diversas motivaciones...
Los jóvenes desean que su capacidad y sus talentos sean “suscitados y descubiertos”. Los voluntarios quieren ser interpelados personalmente: “Te necesito”, “tú eres capaz”. ¡Cuánto bien nos hace una petición de ese tipo!. Precisamente en su sencillez humana, nos remite de modo indirecto a Dios que nos ha querido a cada uno de nosotros y que a cada uno ha dado su tarea personal, más aún, que necesita de cada uno de nosotros y espera nuestro compromiso.
Así, Jesús ha llamado a los hombres y les ha dado la valentía para llevar a cabo cosas grandes, que por sí mismos no se sentirían capaces de hacer. Dejarse llamar, decidirse y después emprender un camino sin la acostumbrada pregunta sobre la utilidad y los beneficios: esta actitud dejará huellas sanadoras...
El “si” a un compromiso de voluntariado y solidaridad es una decisión que nos hace libres y nos abre a las necesidades de los demás, a las exigencias de la justicia, de la defensa de la vida y de la salvaguarda de la creación. En los compromisos del voluntariado entra en juego la dimensión clave de la imagen cristiana de Dios y del hombre: el amor a Dios y al prójimo...
Comprometerse en el voluntariado constituye un eco de gratitud y es la transmisión del amor recibido. “Dios quiere personas que amen como Él”, dice Duns Escoto". Texto: Hna. María Josefa Cases.
Para distinguir una vocación religiosa, se deben consultar 3 fuentes: A Dios, a tu confesor, y a tí mismo.
a) Consultar a Dios
San Pablo, en el momento decisivo de su conversión, exclamó: "Señor, ¿qué quieres que haga?". Esta tiene que ser tu oración. El salmo 17, dice en uno de sus párrafos: "Enséñame, Señor, tus caminos, y guíame por el sendero llano".
Cuando Dios se reveló al que sería el profeta Samuel, el joven inexperto no lo reconoció, y pensó que era el sacerdote quien le hablaba. Al entender, el sacerdote le dijo: "Cuando oigas la voz, responde: "Habla, Señor, que tu siervo escucha".
Ésta debe ser nuestra oración. En silencio completo, esperando la inspiración de Dios. "Habla, Señor, que tu siervo escucha".
Demasiadas personas buscan tantos y tantos consejos en la vida... psicólogos, lectores del Tarot, consejos telefónicos, a los amigos, y casi nunca dejan a Dios hablar. También tenemos que recordar, que la oración no es un monólogo, sino un diálogo. Es como hablarle a Dios de tantas y tantas cosas y no le damos espacio para que nos hable. Recuerdo en un libro que leí, que Dios dice a sus profetas: "Quédate quieto, y reconoce que soy el Señor". Y este autor, comenta: "En mi versión autorizada personalizada de la Biblia, diría: ´¡Oye! Cállate y déjame hablarte una vez, quieres?"
Debemos aprender a estar en silencio, para poder escuchar a Dios. Precisamente antes de su vida pública, Jesús se fue al desierto - donde no había ruidos... a ayunar y orar. Y fue en ese silencio, cuando supo diferenciar de las tentaciones del demonio, y de la voluntad de Dios.
En todos los profetas del Antiguo Testamento, notamos una constante: Ellos siempre tienen un encuentro personal e individual con Dios. No entre Dios y "los jóvenes de tal o cual grupo", ni "al director de alabanza", ni al "monseñor Pérez". Es entre Dios y [ pon tu nombre aquí ].
También hay que notar otra cosa: El pecado. Mientras estamos en pecado, nos será imposible reconocer nuestra vocación. Leamos este pasaje del profeta Isaías:
Cuando Dios te libere de tus padecimientos, de tus inquietudes y de la dura esclavitud a la que estabas sometido, dirás estas palabras (de profecía) contra el rey de Babilonia...
Es decir: Dios no nos manda a denunciar los males y a anunciar el evangelio, sino hasta que estamos libres de toda inquietud, padecimientos y esclavitudes. Y fíjense que no dice: "En caso de que Dios te libere". Dice claramente: "CUANDO Dios te libere".
Por eso, no hay que desconfiar de que Dios no nos dará señales, o de que seremos demasiado brutos para entenderlas. Pidamos ENTENDIMIENTO y Dios nos responderá.
b) Consultar al sacerdote
De preferencia al sacerdote a quien recurres regularmente... desafortunadamente se dan muy pocos casos. Por eso hay sacerdotes EXPERTOS en asesorar a las vocaciones. Hay retiros VOCACIONALES, no de cualquier grupo. Generalmente son retiros promovidos y DIRIGIDOS por la Arquidiócesis o por la diócesis del lugar. Es decir, por los representantes directos de la Iglesia Católica. Sería un tanto redundante consultar con el sacerdote de la comunidad a la que has sido atraído. Lo más recomendable es consultar sobre tu vocación con un sacerdote EXTERNO, para lograr la imparcialidad requerida. Yo en lo personal consultaría con DOS sacerdotes. Uno, de la comunidad, y otro, externo - pero experto en vocaciones religiosas. En la comunidad del Altillo, en México, un sacerdote me supo orientar muy bien sobre algunas dudas que tenía (no necesariamente de la vocación), y me ayudó mucho a superar un problema que tenía. Digo, si están allí es por algo, ¿para qué desperdiciarlos?
El sacerdote tiene una luz especial que Dios le dá, para ayudar a las personas. Algunas veces incluso, se da el caso de que tenga un don MUY especial, llamado CARISMA DE DISCERNIMIENTO, para casos difíciles, como análisis de si alguien está por ejemplo poseído, o para indagar en casos de mantrimonios nulos. Y desde luego es lógico que quien tenga este carisma, ayude a los jóvenes en busca de su vocación.
Nótese, que Cristo, dijo a sus apóstoles: "Y bajará el Espíritu Santo, que os hará entender todas las cosas que os he dicho". También les dió poder para atar y desatar: "Lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo".
Imagínense al sacerdote como a un general en su bunker, y ustedes son los soldados en combate.
El general tiene a su acceso estrategas, radares, información del enemigo, rutas de acceso... y ustedes no pueden ver nada, y no tienen LA MÁS REMOTA IDEA de dónde están, o a dónde van. Pero el general puede ver por dónde van, si se están dirigiendo a una trampa, etc. etc. Así, Dios ilumina al sacerdote mostrándole, mediante la palabra, la oración, etc., cómo irlos guiando. Desde luego, si ustedes no siguen sus consejos, pues se van a hacer bolas pero tremebundamente.
Ningún ciego puede guiar a otro ciego. Si el grupo parroquial o comunidad en la que estás no tiene un sacerdote que los vaya asesorando, o guiando... es muy fácil que el enemigo se infiltre y les eche a perder todo. No basta con darle un reporte de actividades. El sacerdote tiene que ser PARTE INTEGRAL del grupo.
Por ejemplo - en los conventos, se da muy frecuente el caso, de que las monjas, no sólo tengan un confesor, sino también un DIRECTOR ESPIRITUAL. Es decir: Alguien que las dirija y apoye. Ni siquiera la madre superiora puede desempeñar un papel tan importante. Debe ser el sacerdote, que es ungido por Dios.
Recordemos lo que dice Jesús de sus discípulos a quienes envía: "Quien a vosotros escucha, a mí me escucha. Y quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza."
Por eso es importante no despreciar los consejos del sacerdote.
c) Consultarte a tí mismo
¡Piénsalo bien! Escucha tu corazón, tus deseos... en el profeta Ezequiel leemos - capítulo 36, v. 26 y sig:
Les daré un corazón nuevo, y pondré dentro de ustedes un espíritu nuevo. Quitaré de su carne ese corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Pondré dentro de ustedes mi Espíritu...
Es decir: No sólo serán los deseos de Dios, sino también nuestros deseos, la vocación a la que estemos llamados. Ya que Dios y nosotros tendremos UN MISMO ESPIRITU.
Si te causa repugnancia el ayudar a los pobres, y quizás no los puedes ver ni en pintura, pero "adoras" a los niños y te desvives por ellos, definitivamente tienes vocación por los niños. Si te encanta enseñar al que no sabe, muy probablemente tienes vocación de maestro. Si te fascina hablar de Dios a la gente, mostrarles el amor de Jesús, y hablar, y escribir, y platicar con la gente de Dios, es muy probable que tu vocación sea evangelista o predicador... cosas así.
Dios no te pondrá una inclinación contraria a tu vocación.
Déjenme repetirlo: Dios no te pondrá una inclinación contraria a tu vocación.
Una cosa es el pecado que a veces nos da asco, flojera, repugnancia etc. a ciertas tareas, pero que por obediencia o por amor puedes hacer por Dios... y otra cosa distinta es que no estés hecho para un trabajo. Si escoges algo para lo que no estás hecho, el resultado es fácil de prever: Una vocación frustrada.
Dice el Padre Baeteman:
"Por eso tienes que estudiarte a tí mismo. Tu corazón, tus gustos, tus inclinaciones... examina lo que te atrae y lo que te disgusta; fíjate si tus condiciones de alma y cuerpo están de acuerdo con la vocación que te atrae.
Tus aptitudes físicas y morales tienen que ser muy bien consideradas. La ineptitud para seguir una vocación excluye, venga de donde venga, toda probabilidad de llamamiento divino".
A veces es necesario consultar a tus padres o a otras personas que te puedan ayudar con un consejo. Pero NUNCA juzguen según los principios mundanos. Lean la Biblia, ilumínense con las luces de la fe que estén estudiando. Una vez rodeados con toda la certeza, es, finalmente, cuando pueden tomar una decisión acertada.
¿Quién me llama?
¿Dios?
¿Mis amigos del grupo XYZ que se portan tan bien conmigo?
¿Mi vanidad?
¿Mi deseo de "mostrar que sí puedo"?
¿Mi rebeldía o venganza contra mis padres?
¿El MIEDO de caer en el pecado e irme al infierno?
¿El MIEDO de perder el apoyo de mis amigos o de una "comunidad" en particular?
¿Es la deslumbrada que algún personaje me inspiró?
¿Puedo estar completamente seguro de que es Dios, y no mis amigos o mis propias ilusiones o temores, quien me está llamando?
¿Qué quisiera haber hecho, si en estos momentos estuviera al borde de la muerte?
Este pensamiento es muy esclarecedor para nuestras dudas. Cuando no está en juego nuestra posición social, ni el qué-dirán, ni las amistades perdidas, sino cuando estás tú a punto de encontrarte con tu Dios y Salvador, es cuando puedes distinguir entre la voluntad de Dios y TU voluntad.
Recordemos que a muchos Dios no nos llama a misionar en otras partes del mundo. Por ejemplo, el caso de una jovencita de 15 años a la que Dios llamó a ser mamá. Y a educar a su hijo, a enseñarle la Biblia, a limpiar sus pañales, a llevarlo de paseo, a educarlo para que fuera un hombre hecho y derecho y guiara a millones de personas.
Sí, adivinaste. La Virgen María. No podría haberle tocado una labor más digna y al mismo tiempo más humilde.
Recuerda, que lo que se necesita, más que entrar a una orden religiosa, es el deseo firme e IRREVOCABLE de seguir la voluntad de Dios, SEA CUAL SEA (aún si ésta implica el matrimonio).
Recuerdo el ejemplo del P. Emiliano Tardif (en paz descanse): Le comentó alguien sobre un joven seminarista. "... no puedo creer que después de tantos años de seminario pudiera haber caído en la trampa del matrimonio!. El Padre Tardif, contestó sencillamente:
"No sabía que Nuestro Señor Jesucristo hubiera instituído 6 sacramentos y una trampa".
¿Por qué hay personas que se preocupan tanto, hasta el punto de requerir medicamentos, sobre su vocación? Preguntándose, día a día, si tomaron la decisión correcta. Cuántas monjas han caído en el pecado o han literalmente ESCAPADO del convento simplemente por dejarse presionar por sus amigos o por sus padres para entrar... ¿no ven que si Dios NO QUIERE que entren, no serán felices allí? No puede haber alguien que esté llamado por Dios a deprimirse.
A Dios NO LE GUSTAN los cristianos deprimidos. Si tu "vocación" (y lo pongo entre comillas) no te hace feliz, ENTONCES NO ES TU VOCACION.
Texto tomado de Catholic.net
Nací en medio de una sociedad comunista en decadencia, donde practicar la fe significaba con frecuencia perder una vida digna y adquirir un futuro sin esperanzas. Por ello, muchos a mi alrededor abandonaron su fe; otros, por miedo, la ocultaron o dejaron de practicarla. Mi familia no fue una excepción. Fui bautizada en una parroquia lejana y a escondidas. De niña, mi abuela me llevaba a la iglesia cuando salíamos de viaje y me enseñó el Padrenuestro y el Avemaría. Más tarde aprendí en el colegio algunos datos culturales sobre la Biblia y el cristianismo, pero Dios era para mí sólo una leyenda.
Parecía no necesitar a Dios. Mi familia estaba muy unida, feliz; mis padres nos querían mucho a mi hermano y a mí. Dios estaba presente en el amor que nos unía, pero yo no me daba cuenta. Creía en la ciencia, en la sabiduría de la naturaleza y nada más. Pero Dios había planeado que un día nos encontráramos, un año después de la caída del régimen comunista. Sucedió en un campamento de verano. Era viernes, 13 de julio.
En una conversación durante la noche, alguien comenzó a hablar sobre unas profecías acerca del fin del mundo. Aquellas palabras me rompieron los esquemas. ¿Acaso podía existir algo más allá de este mundo visible? ¡Sí, algo tiene que regir este mundo y su curso! ¿Será la suerte, el azar... o Dios? Por primera vez en mi vida me planteé esta pregunta. La primera opción me parecía tan cruel, tan inhumana: ¡No, Dios tiene que existir! Enseguida regresaron a mi mente todas las sugerencias que me hizo mi abuelita a lo largo de los años: tienes que ir a la iglesia, confesarte, comulgar, rezar... ¡Necesitaba a Dios!
A partir de aquel día, cada noche me arrodillaba frente a mi cama y rezaba las oraciones que me habían enseñado. Después de unos meses, recibí de mi abuela un resumen del catecismo. Empecé a hojearlo y mis ojos cayeron sobre la parte que decía: la oración. Descubrí una definición de oración cristiana que me asombró: oración como un encuentro con Dios, nuestro Padre, quien nos ama, escucha y acoge. ¿Por qué no me habían dicho antes que esto era la oración? Hasta entonces conocía sólo el Padrenuestro y el Avemaría. Me arrodillé y por primera vez me encontré personalmente con un Dios lleno de compasión, de amor e interés por mí.
Descubría todas las cosas como si fueran nuevas. En esa semana tuve la oportunidad de asistir a la misa dominical de mi pueblo. Tenía 16 años. En pocos meses me preparé para mi primera confesión y comunión, y me involucré en la vida parroquial. Mis actividades empezaron a cambiar: en lugar de seguir con el grupo de la juventud comunista, que dirigía, ahora animaba un grupo de niñas católicas y un grupo de jóvenes de la parroquia. Ayudaba en campamentos de verano católicos, atendía cursos para formadores de jóvenes en la diócesis... La vida tenía otro sabor: el de la entrega, el de una amistad mucho más profunda y el descubrimiento de un Amigo maravilloso.
Cuando escuché que Dios llamaba a algunos a consagrarse totalmente a su amor, me pareció muy atractivo, porque los conversos somos una especie de enamorados de Dios recién descubierto. Sin embargo, la idea de casarme y tener una familia católica me atraía también. Así andaba entre los dos amores. Conocí a un joven del que me enamoré y decidí que me casaría con él. Pero en un encuentro de jóvenes conocí a algunas señoritas consagradas del Regnum Christi. Guardé sus datos, pero no di al encuentro ninguna importancia, sobre todo porque no pensaba en consagrarme.
Dos años más tarde, en enero de 1995, tuve la gracia de participar en la Jornada Mundial de la Juventud en Manila, Filipinas: una experiencia inolvidable de la Iglesia y de Cristo. Comprendí que Él era la respuesta y solución a todos los problemas de la humanidad. Escuché repetidas veces en las conferencias que todos teníamos vocación a la santidad y al apostolado, y decidí seriamente que, en aquella vocación a la que Dios me llamase, quería trabajar por Cristo con todo mi tiempo y todos mis talentos.
Ahí en Filipinas, otro viernes, el 13 de enero, después de recibir la comunión de manos del Santo Padre, le confié a Jesucristo este propósito, esta promesa que me llenaba de felicidad. No sabía bien cómo realizarla. Me imaginaba casada y con hijos, trabajando a tiempo completo por la Iglesia, pero el dónde y el cómo no estaban claros.
Después de la misa me dirigí a la capilla para hablarlo con Cristo. Con todo el fervor de mi alma, le pedía fuerzas para perseverar en mi propósito; deseaba que Él me iluminase y me enseñase el camino que debía seguir. Cuando terminé mi oración, me fijé que un sacerdote iba a celebrar la misa. Me levanté y salí, pero él me alcanzó en el pasillo. «Me gustaría ofrecer la misa por su intención». ¿Le impresionó la intensidad con la que rezaba? No lo sé. Pero sentí un gran deseo de compartir con él la única intención que me importaba en ese momento. «Hoy decidí que, sea cual sea mi vocación, quiero dar todo mi tiempo y mis talentos al Reino de Cristo». El sacerdote, con una sonrisa, aprobó mi decisión y añadió: «Sé la esposa de Cristo».
Cuando regresé de Manila, necesitaba un poco de tiempo para pensarlo, orar, ver que no era solamente un acontecimiento sentimental y pasajero. Pero Jesucristo se desbordaba en muestras de su predilección con su gracia. A veces regalos espirituales, otras veces detalles muy humanos y casi tangibles, encuentros, ayudas... como si no le bastase haberme enseñado su amor una vez. El Jueves Santo, 13 de abril, después de la comunión, le di un sí total a Dios y para siempre.
En cada sacrificio de la misa, recuerdo que Él me sigue amando y se sigue entregando por mí. Yo también trato de amarle y entregarme a Él en los demás para responder a su amor. Soy feliz, y puedo decir que su amor me ha llenado plenamente y que no lo cambiaría por ningún amor humano.
«Afrontamos el problema vocacional sin complejos»
Autor:Josep Àngel Saiz Meneses / Obispo de Tarrasa
Sólo un año después, el seminario de Tarrasa tiene ya 28 estudiantes...
-Comenzamos con mucha humildad y con la confianza puesta en el Señor, a la vez que aplicando todas nuestras fuerzas. Y ésta es la actitud que procuramos mantener.
-A pesar de ser el seminario más joven de España, es uno de los más prósperos...
-Llevamos muy poco tiempo como para sacar conclusiones. Cierto es que en el primer curso tuvimos siete ingresos y en este segundo han sido nueve los candidatos. Demos gracias a Dios y sigamos trabajando con humildad y sencillez. Por todas las parroquias y comunidades que paso pido oración por las vocaciones y exhorto a los enfermos para que ofrezcan su dolor por esta intención. A la vez, procuramos plantear el tema vocacional de forma directa y sin complejos. Por remarcar dos aspectos, me parece muy importante que creamos de verdad que Dios sigue llamando a jóvenes al sacerdocio, y también es esencial que transparentemos el gozo de la vida entregada al Señor a través de este camino.
-¿A qué se debe el progresivo aumento de seminaristas en Tarrasa frente a otras diócesis que tienen incluso mayor población?
-Yo pido a Dios que muchos jóvenes escuchen la llamada y que haya abundantes vocaciones en todos los seminarios. De momento, en los dos primeros cursos ha ido bien. Ojalá dure muchos años así.
-¿Cree necesaria la figura del seminario menor en nuestros días?
-Creo en los seminarios menores por mi propia experiencia y la de muchos otros sacerdotes. Dios llama a quien quiere y cuando quiere. A menudo se cuestiona que un niño de 12 años o un joven de 18 pueda tener clara su vocación al sacerdocio. Hay niños que de pequeños dicen que quieren ser médico o maestro y acaban siéndolo después de una trayectoria rectilínea. Otros dicen lo que quieren ser de mayores pero luego discurren por un camino diferente. Lo mismo sucede en la vocación religiosa. De los niños que manifiestan esta vocación unos acaban en el sacerdocio y otros no. Se trata de acompañarlos en el proceso de maduración personal y ayudarlos a discernir la voluntad de Dios.
-¿Es más difícil escuchar hoy la llamada al sacerdocio?
-En una sociedad cada vez más secularizada y consumista, no sólo es difícil escuchar la llamada al sacerdocio, resulta difícil también vivir con coherencia la fe cristiana. Hay demasiada dispersión, demasiado ruido en los ambientes, en la vida de las personas. La llamada es de Dios, la iniciativa última es de Dios. Seguramente llama a la mayoría de jóvenes por el camino del matrimonio, pero sin duda llama a muchos por el camino del sacerdocio. Hace falta silencio, oración, reflexión, para escuchar su llamada. Yo no pretendo que entren al seminario muchos o pocos jóvenes; se trata de que cada uno siga el camino por el que Dios le llame. Es así como encontrarán el gozo y la paz, la vida plena.
Un lugar para que jovenes puedan saber los distintos estados de vida apostolicos, consagrados etc.