miércoles, 9 de abril de 2008

Congregacion - Compañía Hijas de la Caridad

Compañía Hijas de la Caridad

Fuente: filles-de-la-charite.org
Autor: n/a


Fundadores de las Hijas de la Caridad

San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac fundaron la Compañía conocida en la Iglesia con el nombre de: Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, Siervas de los Pobres.


San Vicente de Paul

San Vicente, sacerdote francés de origen humilde, nació el 24 de abril de 1581 en Pouy hoy St. Vincent de Paul, cerca de Dax, en Las Landas, fue el tercero de los seis hijos de Jean Paul DePaul y Beltranda de Moras.

Sus padres, viendo que tenía dotes para el estudio, deciden enviarle a estudiar a los recoletos de Dax para ser sacerdote. Después seguirá sus estudios en la universidad de Toulouse y es ordenado sacerdote en septiembre de 1600 en Periguex.

Para San Vicente ser sacerdote significaba escapar de la pobreza de su familia a una vida más fácil de clérigo. Sus primeros diez años de sacerdote los pasó disfrutando de su nuevo confort y privilegios. Después poco a poco el Señor le conducirá hacia otras metas. Se realizó en él un gran cambio y dedicó el resto de su vida al servicio de los pobres.

Dos terribles experiencias le van despojando de sus deseos de grandeza, la primera al ser acusado injustamente de ladrón, experimenta el dolor de la injusticia, pero no se defiende, más tarde se aclarará quien es el culpable.

Después encuentra en su camino un teólogo que padece tentaciones contra la fe hasta el punto de pensar en suicidarse. San Vicente se compadece, pide por él y se ofrece a Dios para sufrir esta prueba, Dios le coge la palabra y alrededor de tres años tiene grandes tentaciones contra la fe , pero él ora, medita, busca y al fin el Señor le libera y encuentra el verdadero sentido de su sacerdocio. Para imitar mejor al Señor hace el propósito de entregar toda su vida, por amor de Dios, al servicio de los pobres.

El 20 de agosto de 1617, Vicente es párroco de Chatillón-les- Dombes (hoy Chatillón-sur-Chalaronne), le comunican que una familia enferma se muere de hambre. Numerosas personas, movidas por las palabras de San Vicente van a socorrerla. Ese día tienen mucho, pero ¿y al día siguiente? Vicente descubre la miseria material y la necesidad de organización para aliviarla. Pone manos a la obra y organiza una Asociación para la ayuda de los pobres enfermos a domicilio. El 8 de Diciembre se erige solemnemente en la capilla del hospital la primera Cofradía de la Caridad. Este es el comienzo del estilo Vicenciano de la Caridad. Hoy es la AIC (Asociación Internacional de Caridades).

A las Cofradías de Voluntarias pertenecían las nobles y burguesas que aportaban el dinero para los pobres. Para hacer los trabajos burdos pagaban a unas jóvenes asalariadas que atendían a los enfermos y les llevaban la comida y las medicinas. San Vicente ve la necesidad de que ese trabajo lo hagan jóvenes sencillas del campo que desean entregarse a Dios por amor para el servicio de los pobres.

San Vicente descubrió la miseria material y espiritual de su tiempo, y consagró su vida al servicio y a la evangelización de los pobres, a quienes llama "nuestros Amos y Señores"


Santa Luisa de Marillac

Santa Luisa de Marillac, nació en París el 12 de agosto de 1591, viuda perteneciente a la alta nobleza francesa, mujer de cultura superior a la de las mujeres de su tiempo fue la gran colaboradora de San Vicente durante 35 años.

De Luisa no se sabe quiénes fueron sus padres; tan sólo que era hija natural de algún o alguna Marillac. Desde muy pequeña, sólo unos meses, fue educada por las religiosas Dominicas de Poissy donde recibió una exquisita educación, superior a la mayoría de las jóvenes de su tiempo y más tarde vivió en una residencia para señoritas en París.

En este ambiente hizo voto de ser religiosa y, a los 21 años, pidió ser capuchina, el Padre Provincial influenciado por Miguel de Marillac que necesitaba para su política que una Marillac se casara con el secretario de la Reina, María de Médicis.

Casaron a Luisa con Antonio Le Gras, secretario de la Reina Madre, según Luisa hombre bueno y piadoso. Tuvieron un hijo, Miguel, y fueron felices unos años hasta que él cayó enfermo.

En 1625, a la muerte de su marido, Luisa se encuentra con Vicente de Paúl, que la anima a trabajar por los pobres y la envía por los pueblos a visitar y organizar las “Caridades” y a crear escuelas de niñas (1629).

En adelante Luisa de Marillac queda identificada con la nueva Compañía: superiora y formadora de mujeres que venían de los pueblos sin cultura, pero con un deseo enorme de servir a Dios en los pobres. Las formaba en lo espiritual (el catecismo y la oración), en lo profesional (servir a los pobres) en humildad sencillez y caridad , que era su espíritu, y en lo humano (a muchas a leer y a escribir), y a todas a convivir en comunidad.

Vicente y Luisa dirigieron juntos las Cofradías de la Caridad y las Hijas de la Caridad. Juntos descubrieron las llamadas de los más pobres y desheredados de su tiempo. Eran muy diferentes, pero su colaboración es un buen testimonio de lo que pueden hacer un hombre y una mujer animados de un profundo amor a Dios y al prójimo.

Una misma y única pasión animó a Vicente y Luisa:

Jesucristo y los Pobres;

Jesucristo en los Pobres y

Los Pobres en Jesucristo


San Vicente es considerado padre de los pobres y ha sido proclamado Patrón universal de las obras caritativas cristianas.

Santa Luisa fue proclamada por Juan XXIII, en 1960, patrona de las Obras Sociales Cristianas.


Sus sucesores

Desde su origen la Compañía de las Hijas de la Caridad ha querido estar bajo la autoridad del Superior General de la Congregación de la Misión, sucesor de San Vicente de Paúl.

Las Hijas de la Caridad ven en el Superior General al representante de Dios, que les ayuda a mantenerse en su espíritu propio y a cumplir su misión en la Iglesia.

El P. Robert P. Maloney fue elegido para un segundo mandato de 6 años en la Asamblea General de la Congregación de la Misión en Roma en 1998. En seguimiento de Santa Luisa, la Superiora General ejerce su autoridad de modo que exprese a las Hermanas la caridad con que Dios les ama.

En actitud de servicio, la Superiora General vela por que se mantenga la unidad dentro de la fidelidad al espíritu propio y la obediencia al Superior General y a la Iglesia.

La Madre Evelyne Franc fue elegida para un mandato de 6 años en la Asamblea General de 2003 en París.



Orígenes de la Compañía


Los comienzos de la Compañía fueron a la vez sencillos e inesperados, como decía San Vicente a las Hermanas:"Quien hubiera pensado que habría Hijas de la Caridad?.. Yo no pensaba en ello... Dios lo pensaba por vosotras..." (S.V. 14.6.1643, Sig, IX/p. 120; C. y CEME, n. 186.

Nacimos para dar respuesta a las múltiples necesidades de los innumerables pobres que existían en Francia en el siglo XVII.



San Vicente ya había fundado la Congregación de la Misión (1617) y las Cofradías de la Caridad en Chatillón les Dombes (1625), hoy Chatillón sur Chalaronne.

Las primeras voluntarias de las Cofradías en los pueblos, fueron mujeres acostumbradas a realizar trabajos duros desde su infancia. En París, fueron las señoras, con frecuencia de alto rango, quienes se adhirieron a las Cofradías. Pero éstas, al tener que compartir el tiempo entre el servicio de la Cofradía y las exigencias de su familia y de su vida social, llegaron a descuidar el servicio de los pobres.

Para hacer frente a la miseria, se necesitaban mujeres de los pueblos y del campo, que amaran a los pobres y que estuvieran totalmente disponibles y dispuestas a realizar las tareas más humildes, que no eran propias de las “personas de alta condición”:


Como preparar una comida, cuidar a un enfermo, barrer una buhardilla

Durante una misión predicada por San Vicente, Margarita Naseau, joven pastora autodidacta, natural de Suresnes, le oye explicar su proyecto: enviar jóvenes voluntarias para atender a los pobres y decide entregarse al servicio de los pobres.

Ella le sugiere a San Vicente reorganizar las Caridades, haciendo una sección con jóvenes pobres que solo podían aportar su trabajo: harían las labores pesadas y serían las sirvientas de los pobres sin recibir remuneración alguna.

San Vicente vio bien la idea, conoce por entonces a Luisa de Marillac y la asocia a su obra benéfica. Vinieron más jóvenes y Luisa se encargó de prepararlas. Margarita llega a Paris en 1630 y San Vicente se la confía a Louise para formarla en el servicio de los pobres en compañía de otras jóvenes que trabajaban en diversas cofradías.
Pasados tres años, el 29 de noviembre de 1633 los dos santos reconstruyeron el grupo y, a las que quisieron, las agruparon en una sección especial de las Voluntarias de la Caridad. Vivirían en comunidad fraterna su ideal, bajo la dirección de una superiora, serían célibes y lo poco que recibían para alimentarse y vestirse lo pondrían en común, ellas constituirán el nuevo Instituto:


La Compañía de las Hijas de la Caridad

La novedad del grupo de Luisa de Marillac era causa de extrañeza:

El primer Instituto cuyos miembros, mujeres, no claustradas, no religiosas, sin votos, van a servir a los pobres a domicilio. Una verdadera revolución para la noción de las religiosas de la época.

Las autoridades civiles y religiosas les encomendaron establecimientos de niños abandonados, las terribles cárceles de los galeotes, los enfermos mentales y las residencias de ancianos.

Las Hermanas no necesitaban estar encerradas en el convento para adquirir la santidad personal, iban por las calles para cuidar a los pobres en sus casas.

A los siete meses eran ya doce. Luisa escribió un Reglamento que el Sr Vicente, su Superior, les explicaba.

Jamas se había conocido a religiosas -como parecían serlo- que no estuvieran en clausura, que iban a servir a los pobres en sus casas y que no hacían votos públicos (desde 1642 las Hijas de la Caridad hacen votos privados renovándolos cada año) y se vestían como las jóvenes de los pueblos de los alrededores de París.

Las primeras Hermanas se ocuparon en primer lugar de los pobres enfermos en sus casas, en los pueblos y ciudades, después, según fueron surgiendo las necesidades, de los enfermos en los hospitales, de la instrucción de las niñas, de los niños abandonados, de los galeotes, de los soldados heridos, de los refugiados, de los ancianos, de los dementes, y otros...

El 18 de enero de 1655 la Compañía es aprobada por el Cardenal de Retz, arzobispo de París, y el 8 de junio de 1668 recibe la aprobación pontificia del Papa Clemente IX.


Contemplación y acción apostólica

Nuestra acción apostólica se nutre de contemplación, a ejemplo del Hijo de Dios que, íntimamente unido a su Padre, se retiraba con frecuencia para orar.

Como Hijas de la Iglesia, expresamos nuestra fe unidas a Ella y la celebramos en la liturgia, eje de nuestra vida espiritual.

En torno a la Eucaristía, centro de nuestra vida y misión, se realiza todos los días nuestra asamblea principal. En ella somos "instruidas por la Palabra de Dios, fortalecidas en la mesa del Cuerpo del Señor, damos gracias a Dios". (C 2.12)




Uno de los tiempos fuertes de nuestra jornada es la oración, contemplación desinteresada, escucha del Señor, búsqueda de su voluntad, donde le presentamos la vida y las necesidades del mundo.

La oración en común forma parte integrante de la vida y testimonio evangélico, la Fe es referencia a Alguien Cercano, en cuyo nombre los cristianos nos reunimos.

La liturgia de las horas de la mañana y de la tarde congrega a la Comunidad local para la oración del Pueblo de Dios.

En la alabanza de Dios, la atención a su Palabra, la súplica, no obramos sólo en nombre propio, sino que somos portadoras de los gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de toda la humanidad.


Entregadas a Dios para el servicio de los pobres

En ese fin encontramos la unidad de vida.

Nuestras Reglas Comunes definen así el fin de la Compañía:

"El fin para el que Dios ha llamado y reunido a las Hijas de la Caridad es para honrar a Nuestro Señor Jesucristo como fuente y modelo de toda Caridad, sirviéndole corporal y espiritualmente en la persona de los Pobres" (Reglas I,1).

"En una mirada de Fe, ven a Cristo en los Pobres y a los Pobres en Cristo y se esfuerzan por servirle en sus miembros doliente «con dulzura, compasión, cordialidad, respeto y devoción". (San Vicente 11-11-1657, X, 331) (Constitutions 1.3).

"Del Hijo de Dios aprenden las Hijas de la Caridad que no hay miseria alguna que puedan considerar como extraña a ellas… múltiples son las formas de pobreza, múltiples también las formas de servicio…” (Constituciones 1.8).

l sello de la Compañía representa un corazón rodeado de llamas en el que destaca un Crucifijo con esta leyenda: Desde el comienzo San Vicente y Santa Luisa enviaron a las Hermanas al encuentro con los Pobres.

San Vicente decía:

"Tenéis una vocación que os obliga a asistir indistintamente a toda suerte de personas: hombres, mujeres y niños, y en general, a todos los Pobres que os necesitan." (Sígueme XII/2, p.1010)

Y a Hermanas enviadas a Provincias:

"Si el Sr. Obispo... os pregunta qué sois, si sois religiosas, le responderéis que sois pobres Hijas de la Caridad que os habéis dado a Dios para el servicio de los Pobres" (Conferencias 22-10-1650, San Vicente IX; pág. 533). Las Hermanas comenzaron a:

- cuidar a los enfermos en sus domicilios, por ciudades y aldeas;

- cuidarlos en los hospitalesa medida que iban surgiendo las necesidades,

- hacerse cargo de las niñas en las escuelas,

- de los galeotes

- de los soldados heridos

- de los refugiados,

- de los ancianos,

- de los dementes y otros

conservando la movilidad necesaria viviendo en medio de aquellos a quienes servían.

Hoy, continuamos realizando los servicios que responden a las pobrezas de siempre, presentes también en nuestros días, a ellos se añaden las respuestas a las pobrezas que presentan nuevos rostros:

- la droga y sus secuelas,

- los enfermos de sida,

- los encarcelados,

- las graves consecuencias de la destrucción de la familia: mujeres maltratadas, niños y jóvenes en dificultad;

- el paro y sus repercusiones;

- las catástrofes;

- las guerras;

- los refugiados;

- los desplazados.

La llamada que oyeron las primeras Hermanas sigue suscitando y reuniendo a través del mundo a las Hijas de la Caridad.

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