jueves, 10 de abril de 2008

Testimonios Vocacionales - Semana de las Vocaciones Chile 2008

gnacio Parra
Misionero de la Sagrada Familia

¿Cómo nace mi vocación?

Mirar cómo nació mi vocación es sin duda darle una mirada a mi propia historia personal, es encontrar a lo largo de mi vida aquellos signos que se fueron presentando, muchos de los cuales recién hoy, al mirar hacia atrás, logro descubrir con claridad.

Me crié en una típica familia santiaguina, de clase media. Mis padres eran católicos, aunque no vivían su fe de una manera muy militante o practicante, más siempre nos educaron a mí y a mis hermanos de manera cristiana, y sobretodo en la fe. Con cariño recuerdo a mi madre tomando las manos pequeñas de mi hermanito tratando de que pueda hilar quizás un “Dios te salve maría…”

Es el nacimiento de este niño, Diego, el que vuelca a mi familia hacia una fe más comprometida y profunda, y quizás el puntapié inicial de mi vocación. Diego llegó al mundo con serios problemas cardíacos, que hacían incluso relevar a segundo plano el hecho de tener el síndrome de Down. Sin duda la fe en Cristo Jesús fue el sostén de la familia en tiempos difíciles y nos mantuvo unidos. Yo apenas era un niño de cinco años.

Desde allí mis padres se acercaron más a la vida “parroquial” y al tiempo recibí el sacramento de la comunión, junto con mi hermano mayor. Allí tomamos caminos distintos, mis padres cada día se comprometían más en servicios pastorales, mientras que con mi hermano, nos alejamos cada vez más de Dios. Llegué incluso en mi adolescencia a ser ateo, llevando un estilo de vida bastante acorde a ello.

Por seguir a mis amigos y quizás por conocer más chiquillas llegue a confirmación. Participando allí es donde mi vida cambió en ciento ochenta grados. Sobretodo el ver a personas como mis animadores juveniles, con tal coherencia entre lo que decían creer y su manera de vivir, me mostró que mi vida estaba cimentada en banalidades, y que había una manera de ver el mundo, la manera de Jesús, donde todo en realidad cobra sentido.

Me adentré a una vida de oración

Decidí trabajar para que más jóvenes tan desorientados y confundidos como yo, pudieran encontrar el Camino, la Verdad y la Vida. Y la manera más fácil de serlo fue tomando un servicio pastoral. Trabajé cinco años en mi parroquia dando lo mejor de mí para llevar la buena noticia a tantos y tantas jóvenes que con ansias se acercaron a conocer el camino de Jesús. Y fue allí cuando me di cuenta que “anunciar a Jesucristo es mi mayor alegría, encontrarlo yo mismo fue lo mejor que me ha pasado en la vida, y darlo a conocer a los demás es mi gozo”

¿Cómo vivo hoy mi vocación?

La vivo con valentía, y siendo fiel a mi gozo y mi alegría. Hoy soy un hermano seminarista, postulante a la congregación religiosa de los Misioneros de la Sagrada Familia. Por ello es que creí pertinente mencionar la importancia de mi familia, en toda mi vida de fe. Comprendo hoy la importancia de la familia en la sociedad, en la fe, mirando nuestra Iglesia como una sola gran familia en Cristo. He decidido consagrar mi vida a Él, poniéndome bajo el amparo de la Sagrada Familia de Nazareth, y mirando la misión como la fuente inagotable de mi alegría.

Alguien alguna vez me dijo “Si vas a arriesgar tu vida por alguien, que sea por Cristo” y es sin duda el camino valiente que he tomado. Quiero arriesgar mi vida por Él, entregarle mi juventud y mis fuerzas, mi ser completo. La vida religiosa me seduce, y Cristo Jesús me apasiona.

Hoy tengo 21 años, soy un joven como cualquier otro, sin duda que hay muchos otros jóvenes mejores que yo para seguir a Jesús, pero es en mí en quien se ha fijado el Señor, con todo lo que soy, en este loco amante de la música, el arte y el rock; aquel que como tantos llevaba una vida universitaria, normal, lleno de amigos, y que nunca le faltó una razón para celebrar o “carretear”. En ese joven, en mi se fijó el Señor para desde mi pequeñez ser signo de su grandeza.

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